domingo, 12 de enero de 2014

En lo mismo desde que me acuerdo

Maldito Epicuro.
Saber la definición de placer desde los 16 años (no cualquiera, la de Epicuro) ha tenido muchas consecuencias en mí. La primera y más notoria es si debo pasar mi vida buscando placeres o si debo meter la cabeza en el culo de mi marido y resignarme a que no me lo dé.

A mí me parece que no es justo casarse y no tener sexo, me parece que eso hace que yo quiera comerme el mundo y que me gusten todos con odio y vergüenza. Al final, ni soy tan caliente porque no quiero tener sexo con alguien diferente a Él, qué pereza darle la oportunidad a uno de esos que se cree Dios y se viene bajándose los pantalones, o que me jale el pelo como no me gusta, o que dé besos babosos y descachados (síííí, de esos que casi sacan los mocos porque no le alcanza mi boca para que metan la lengua)...

Aunque, pensándolo bien, también estoy cansada de estar así de dividida, también me acerco al sexo desde una beba de 5 años maldadosa y pícara. ¿Cómo será el sexo adulto? Cómo será no estar todo el tiempo jugando a la mala para después pedir un abrazo y que me amen para siempre, cómo será estar completa y compartir en vez de pedir... Ser infiel es una putada porque al final no podés estar tranquila ni con cierto chico, ni con Él... Y es muy difícil construir cuando se es de dos.
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