Estaba Él, ahí perfecto para mí, mi cuerpo se enamoró completamente y ni siquiera me preguntó si yo quería, si éramos compatibles. Y yo estaba tan feliz, tan plácida en su sexo que no me opuse.
Llegamos a ese motel en la madrugada después de una botella que se había tomado con su amigo. Yo tenía calzones grandes azules de algodón, un brasier blanco un pantalón negro y unas botas amarillas. Camisita blanca y un buen escote, bah, hay que decir que mis tetas permanecen hermosas.
Él no es de los chicos que se enamora de las cicatrices, no le interesan las batallas de guerra, odia los tatuajes (los míos). Pero a pesar de eso parecía totalmente enamorado de mí en ese momento. Poco importaban los corazones y las estrellas, las alas pasaron a ser decoración que no estorbó.
Me besó todo el cuerpo y debo admitir que me impacientó un montón... Llevaba 8 meses sin ser tocada y quería que me la metiera. Los besos estaban buenísimos, es más, hoy los recuerdo como los mejores besos de mi vida... es mi mejor sexo, no hay comparaciones, no hay cercanos.
Tuvimos sexo toda la madrugada y parte de la mañana, me vine un par de veces y me sentía hermosa, ese es mi mejor maquillaje. Era un polvo diferente, era apasionado, salvaje y también dulce y romántico... Era un polvo de Rocco Siffredi en chick flick con final feliz.
Yo estaba en el cielo, al parecer todo el tiempo tocándonos por cam había valido la pena, Él era un maestro perfectamente dotado y muy hábil en el arte de complacer (me). Me quería casar, ese tipo de sexo tenía que ser mío para siempre...
Al final, como siempre, pasó exactamente lo contrario a lo que yo pensaba. Él me preguntó qué iba a pasar después de eso y yo, con una sonrisa de satisfacción, le dije que todo era perfecto, que él era el mejor [...] -Lo mejor es que no nos veamos más, el cotidiano no va a aguantar esto tan perfecto.
Y así empezó todo, con una despedida por ser el mejor.
